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“Las piedras tienen formas; las formas sugieren siempre un tratamiento geométrico, el
tratamiento que la puedes dar por sus huecos, por sus volúmenes, por sus planos… son piedras
rotas, abiertas. No se pueden ver de un solo vistazo. Hay un íntimo y profundo diálogo con los granitos que afloran por doquier en la dehesa, con las encinas que conforman el bosque e incluso con la memoria de pobladores pasados de esta tierra que también dejaron su huella en piedra. Un diálogo atemporal que conduce siempre a un tratamiento integral del paisaje”.
Garoza, Agustín Ibarrola.
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«Tal y como se apreció desde los primeros mapas topográficos realizados en 1932, en la
explanada principal de la necrópolis de La Osera se observa claramente la disposición de tres estelas de granito casi alineadas que rápidamente recuerdan a la figura con la que se dibujan las tres estrellas centrales de la constelación de Orión, una de las más características y visibles del firmamento, y que constituyen otra de las grandes peculiaridades de esta necrópolis, al
constituirse en el primer hecho, si se quiere singular, que llama la atención en estos castros
respecto a la utilización de la astronomía o la existencia de una base calendaria.
El estímulo del recuerdo de Orión se acentúa cuando se mira dicho mapa y se marcan las
posiciones de esas estelas, pues da como resultado una figura geométrica que asimismo es un boceto, algo deformado, de la mencionada constelación, lo que ha hecho que esta
interpretación haya sido la más aceptada por la mayoría de los estudios que se han publicado al
respecto.
La similitud del conjunto de las estelas con la constelación, aunque podría argüirse como casual, no parece convincente ya que las siete/ocho estelas que señalizan los ángulos se disponen de la siguiente forma: tres señalando el mencionado eje central (cinturón de Orión) y las restantes en lugares opuestos a cada lado formando un trapecio y conformando, todo el conjunto, una figura muy similar a la mencionada constelación (…)
De una manera u otra, la constelación de Orión ha sido especialmente venerada o representada
por diferentes culturas muy alejadas geográfica y culturalmente: esquimales, moches, chimus,
chinos, egipcios, griegos, romanos, aborígenes australianos e incluso celtas hispanos si
aceptamos esta hipótesis. La elección de Orión en lugares tan dispares de ambos hemisferios no necesita explicación alguna: si se eleva la mirada cualquier noche del largo invierno, allí está, brillante, fácilmente reconocible entre los demás astros, por lo que siempre ha debido de llamar poderosamente la atención«.
El reflejo de la constelación de Orión. Astronomía en los castros celtas de la provincia de Ávila
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“La vinculación a la tierra de mis ancestros no tiene tanto que ver con la identidad; es ante
todo sentimental y emocional”.
Fernando Aramburu
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“En primavera y verano, Roque, el Moñigo, y Daniel, el Mochuelo, solían sentarse, al caer la
tarde, en cualquier leve prominencia y desde allí contemplaban, agobiados por una unción casi religiosa, la lánguida e ininterrumpida vitalidad del valle (…)
Muchas tardes, ante la inmovilidad y el silencio de la Naturaleza, perdían el sentido del tiempo
y la noche se les echaba encima. La bóveda del firmamento iba poblándose de estrellas y
Roque, el Moñigo, se sobrecogía bajo una especie de pánico astral. Era en estos casos, de
noche y lejos del mundo, cuando a Roque, el Moñigo, se le ocurrían ideas inverosímiles,
pensamientos que normalmente no le inquietaban:
—Mochuelo, ¿es posible que si cae una estrella de ésas no llegue nunca al fondo?”
El camino, Miguel Delibes

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