
«Igual que si fuera un personaje extraído de una novela de Miguel Delibes, es imposible entender la figura de Mariano Haro sin todos los campos y las tierras pinares que dibujan las nostalgias de Castilla, tan anchas como un páramo interminable (…)
Al final de todo el camino, nadie mejor que el escritor Francisco Umbral para definir al corredor palentino, tal y como escribió en El País a su regreso de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 en los que se quedó una vez más tan cerca de la gloria: “Mariano Haro vuelve ahora a la soledad del corredor de fondo, que para él es una soledad palentina y postolímpica”.
Reflejo de la España que comenzaba a asomarse al mundo durante aquellos años sesenta y sesenta después de tantos años de dictadura, suele asociarse la imagen de Haro al gran corredor al que sólo le faltó un último paso para subir a lo más alto del olimpo mundial. Pero, en realidad, ¿qué es la derrota? ¿qué es la victoria?
“Huyo del ruido, del tráfico y del ajetreo de las grandes ciudades, y por eso siempre he seguido viviendo en mi pueblo de Becerril de Campos– respondía el propio Haro en una entrevista de la televisión de la época -. Me gusta la soledad del corredor de fondo y, de hecho, disfruto la naturaleza, pero estando solo, escuchando los ruidos del campo y de los pájaros”.
Casi medio siglo después de Múnich, sigue siendo emocionante huir del ruido actual y volver tras los pasos de Haro por los mismos caminos de Tierra de Campos donde corrió desde niño detrás de las perdices y que luego convirtió en el lugar de entrenamiento de uno de los mejores fondistas de la historia del atletismo español. Recordar el sonido de la respiración que acompañaba a sus zancadas. Imaginarle de nuevo pintando sobre el campo un círculo de 100 metros de diámetro para poder entrenar como si estuviera corriendo en una plaza de toros y convertir todo aquello en un estadio olímpico. Volver a escuchar los gritos de “¡Haro! ¡Haro! ¡Haro!” que han quedado grabados para siempre en el hipódromo de Lasarte y las campas que rodean al pueblo de Elgoibar y al resto de las cunas del cross en el País Vasco. O volver a verle en un viejo vídeo que permanece prácticamente oculto en las profundidades de internet corriendo en cabeza durante la final olímpica de 10.000 metros como si no hubiera mañana y en la vida todo fuera correr hacia delante sin mirar atrás.
“Lo importante es no pensar– explica Haro convertido ya en un mito en los viejos archivos de Radio Televisión Española-. Lo importante es no pensar y seguir corriendo. Correr. Que pasen los kilómetros y que sigas pensando que todavía no has hecho nada”.
En definitiva, un viaje desde la vieja España repleta de relatos de perdedores y soñadores a un futuro prometedor y sin complejos donde correr cara a cara con los mejores corredores del mundo, pero con la seguridad de ser fiel siempre a tus raíces, a tu manera de ver la vida y al paisaje castellano donde siempre has sido feliz.
¿Acaso puede haber una victoria mayor?»
Extracto de «Mariano Haro». Miguel Calvo, Nº 23 CORREDOR\ (abril 2021)
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