Solsticios

Túmulo funerario de los soldados caídos en la batalla de Maratón

El atleta es entrenado por los eleos en la época del año en que el sol abrasa el suelo en los valles de Arcadia, y debe soportar, desde que el entrenamiento empieza a mediodía, la polvareda que levanta, más cálida que la arena de Etiopía

Gimnástico, Filostrato

Los viejos relatos nos hablan de los días más calurosos del año, cuando los primeros atletas se entrenaban soñando con viajar al antiguo santuario de Olimpia. Del sol abrasador y de los caminos polvorientos surcados por el canto de las chicharras que forman la banda sonora de Grecia durante toda la época estival.

Convencido de la importancia de los ritos y las tradiciones, me gusta celebrar cada cambio de estación corriendo. Por mi cuenta. A través de algún camino alejado del ruido. Y si es posible con un medio maratón, mejor.

Parte del mismo ciclo vital, luego vendrán las largas noches del invierno. Los atardeceres llenos de luz del otoño y de la primavera. O los amarillentos campos del verano. Pero la verdad es que en pleno solsticio todo eso todavía parece muy lejano y, cuando lleguen los calurosos días de julio y agosto, siempre quedará el consuelo de seguir corriendo por el mismo polvoriento camino sintiendo que estamos un poco más cerca de aquellos lejanos corredores que un día poblaron los valles de Arcadia.

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