¿Acaso hay mayor gloria para un atleta que los Juegos Olímpicos?
A lo largo de los años, los Juegos se han encargado de construir el olimpo de los deportistas, de elevar a mitos a los mejores. Incluso en alguna ocasión, como le ocurrió a Hicham El Guerrouj, con una historia de sufrimiento previo que hacen que el triunfo sea todavía más bello.
Y sin embargo, en otras ocasiones esta gloria permanece inalcanzable a atletas que han ganado todo, como a Wilson Kipketer, y esa maldición que les deja sin el oro tan soñado (y al que en teoría parecían estar tan predestinados) les da un aura más romántico, menos inmortal. De héroe caído.
Como le ocurrió a Paula Radcliffe (Davenham, 17.12.1973).
La británica lo ganó todo hasta convertirse en una de las mejores corredoras de fondo de la historia. La mejor maratoniana de todos los tiempos.
Suyo es aquel récord del mundo que cada vez parece más intocable (2h15:25 en el maratón de Londres 2003). Suyo sigue siendo aquel récord conseguido en una carrera con las mujeres corriendo por separado de los hombres (2h17:42 en Londres 2005). Y su palmarés luce abarrotado: campeona de Europa en pista; campeona del mundo de cross, de maratón y medio maratón; tres victorias en el maratón de Londres y otras tantas en el de Nueva York; un triunfo en el de Chicago… Pero la medalla olímpica siempre se le resistió.
En pista, fue quinta en los 5.000 metros de Atlanta 1996, cuarta en los 10.000 metros de Sidney 2000. Y en maratón la maldición pareció cebarse con ella: favorita indiscutible en Atenas 2004, tras un calvario tuvo que retirarse en el kilómetro 36, y pese a volver a intentarlo días después en los 10.000 metros, todo pundonor, las molestias que arrastraba la obligaron a abandonar de nuevo. En Pekín 2008, de nuevo el sufrimiento, y tras tener que parar a estirar en distintas ocasiones, solo pudo acabar muy tocada en el puesto 23, muy lejos de las mejores. Ya en su ocaso, una lesión en el pie acabó con las ilusiones de correr en su querido Londres en 2012.
Lo ganó todo, pero los Juegos siempre le dieron la espalda. Y como ocurre siempre en estos casos, en la débil frontera que hay entre las mayores victorias y las derrotas más dolorosas, la imagen del sufrimiento, de la vulnerabilidad, ha hecho que la figura de la maratoniana más rápida de la historia se nos quede grabada aún con más cariño.
Tres años después, Paula regresa a Londres, a su maratón, qué mejor escenario. Pero esta vez para despedirse.
En sus declaraciones previas a la carrera, la británica transmite emoción. La bonita sensación de quién, a sus 41 años, se despide feliz y agradecida. Sabe que su tiempo, que su actuación del domingo, será lo de menos. Simplemente Londres será un precioso y muy merecido homenaje que los aficionados estamos deseando presenciar.
Mientras aplaudimos, sus palabras de estos días seguirán hablando de la grandeza de una atleta irrepetible: “quiero terminar con una sonrisa en la cara”.
En un mundo cada vez más concentrado en los resultados en vez de en el camino necesario para lograrlos, hacen faltan más semblanzas como la tuya sobre Paula Radcliffe. La grandeza de un atleta no se mide sólo por sus títulos sino por las dificultades que ha tenido que sobrellevar y cómo las ha afrontado. En ese sentido, Paula es y será siempre una de las grandes.
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