Vallehermoso, el espacio y el tiempo

Artículo publicado en la web de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA) el 26 de agosto de 2019 con motivo de la reinauguración del estadio de Vallehermoso (Madrid)

La arquitectura es el encuentro de la luz con la forma

Le Corbusier

Más allá de las pisas del tráfico y del ir y venir apresurado que respiran las calles, las grandes ciudades se construyen gracias a los espacios y a las construcciones que las hacen reconocibles. Pues, al fin y al cabo, según recogió hace medio siglo Aldo Rossi en su famoso libro titulado La arquitectura de la ciudad, las ciudades, lejos de ser un simple problema de organización de estructuras, son un conjunto que se dibujan a sí mismas y permanecen en el tiempo por encima de aquellos elementos arquitectónicos que las definen y que simplemente forman parte de una realidad o un instante concreto.

Con la entrada del siglo XXI, como si el tiempo moderno hubiese llegado como una apisonadora, Madrid poco a poco se fue quedando sin todas las partes de su esqueleto que durante tanto tiempo fueron construyendo una gran cultura atlética en la capital (el Palacio de los Deportes, Vallehermoso y la Peineta). Y la ciudad, desnuda del deporte rey de los Juegos Olímpicos, quedó como un gran socavón situado en el lugar donde durante décadas hubo un estadio que se convirtió el corazón de toda su actividad atlética. Casi sin darnos cuenta, las nuevas generaciones que habían ido hasta allí desde niños de la mano de sus padres se quedaron sin un lugar a donde poder llevar ahora a sus hijos, perdiéndose una tradición tan castiza como ir a ver atletismo o a practicarlo con el colegio, mientras que todo parecía apagarse poco a poco.

Pero, como si fuera un sueño de verano, durante un maravilloso atardecer de finales de agosto, el viejo estadio de Vallehermoso ha vuelto renacer y ha vuelto a la vida transformado en una preciosa instalación deportiva. A su alrededor, el barrio de Chamberí ha vuelto a recuperar la luz que proyectan las enormes torres de focos por encima de Islas Filipinas. Las calles que lo rodean han vuelto a presenciar las viejas colas que se formaban cuando la gente peregrinaba hasta aquí para ver a Edwin Moses, Carl Lewis o Elena Isinbayeva. Y, de repente, todo ha parecido volver a la normalidad, incluso con imágenes que recuerdan a otros tiempos en la vieja pista de ceniza universitaria, con la grada repleta de público y la gente agolpándose en la calle al otro lado de la valla para poder contemplar el tradicional rito de un mitin de atletismo.

Para no olvidar lo que un día fue, un mural grabado sobre la piedra del túnel por el que los atletas acceden al estadio recuerda los grandes records que se lograron aquí en el pasado. A su alrededor, los dibujos recuerdan los orígenes más clásicos del deporte y el atletismo. Y el arquitecto del nuevo estadio, Alfonso Cano, pupilo de José Luis Torres y atleta olímpico en Los Ángeles 1984, se aferra a la infinita mezcla de tradición y modernidad para explicar la filosofía de un proyecto arquitectónico con la vocación que trae la simplicidad de los elementos que son capaces de transmitir sensaciones pasando desapercibidos:

La idea, en el centro de una ciudad tan densa y abigarrada como Madrid, era construir un espacio vacío, repleto de calma y de quietud, con el objetivo de que fuera un ligero cráter en la superficie de la ciudad que estuviese rodeado de vegetación con los más de doscientos árboles que hemos plantado y que poco a poco lo irán cubriendo todo. Las gradas son como las de los antiguos estadios griegos, excavadas en el propio terreno. Y por encima prácticamente no hay nada, con una cubierta muy ligera construida con un material muy fino e hipertecnológico, casi transparente, que queríamos que fuera como una gasa blanca o una nube que queda flotando por encima de la grada principal”, analiza el arquitecto madrileño mientras que, a otra escala y dentro de normas tecnológicas de construcción muy diferentes a las de épocas pasadas, nos resulta imposible no trasladarnos a las sensaciones de calma y belleza que producen el blanco y el verde del hipódromo de la Zarzuela de Carlos Arniches, Martín Domínguez y Eduardo Torroja.

Junto a ese regreso a los estadios griegos, construidos en plena naturaleza, queríamos recuperar la imagen donde el color verde de la hierba natural lo invade todo, como cuando se inició el atletismo moderno en Gran Bretaña y los atletas corrían en prados y praderas. Y además, el hecho de que el color verde de la pista se haya desarrollado exclusivamente para este estadio, nos permite que sea algo único en el mundo, lo que lo hará súper reconocible y logrará que cualquier imagen que aparezca remita rápidamente a Madrid y al atletismo español”, continúa el arquitecto madrileño analizando una pista que, durante el día de su estreno, primero Ángel David Rodríguez y luego el velocista estadounidense Mike Rodgers (9.97) se han arrodillado para besarla.

Por último, terminando de repasar los aspectos arquitectónicos del nuevo Vallehermoso, la idea de colocar la pista de calentamiento por encima de la grada de la primera curva nos parecía que nos abría una gran oportunidad – concluye Alfonso Cano, cuya tesis doctoral versó sobre estadios olímpicos -. Normalmente es un elemento que se coloca adyacente o por debajo del estadio, lo cual te lleva a que siempre sea un espacio peor iluminado y con peor ventilación. Lejos de los tradicionales estadios aéreos, a nosotros nos gustaba más el ejemplo de México 68, donde todo el graderío es parte del terreno, sin tripas por debajo. Además, al subir la pista de calentamiento encima nos sirve para que ocupe una parte del graderío que protege del sol y de los vientos que pueda haber de poniente, al mismo tiempo que pretende conseguir que los atletas estén ya participando de la competición desde el mismo calentamiento, viendo competir al resto de los atletas, sintiendo la animación del público y con una motivación emocional extra”.

Reinaugurado el estadio, con el atletismo de nuevo de vuelta a su hogar, Vallehermoso se convirtió en una fiesta.

Después de tanto tiempo de silencio, cada lanzamiento de jabalina era coreado como una auténtica celebración. La curva del salto de altura enloqueció durante toda la noche. La grada no tardó en comenzar las primeras olas del nuevo estadio. Y abajo, la fiesta la pusieron los atletas que son ya el santo y seña del atletismo español, clara metáfora del presente y el futuro que viene como María Vicente, Jaël Bestué, Bruno Hortelano, Óscar Husillos, Orlando Ortega, Manu Quijera, Kevin López, Álvaro de Arriba, Mariano García, Marta Pérez, Esther Guerrero, Irene Sánchez-Escribano o el gran colofón de Fernando Carro, en estado de dulce.

Históricamente, este estadio siempre representará la modernización del atletismo español, y para ello podemos recordar dos hitos como la primera vez que vimos competir a las mujeres en el Iberoamericano de 1962 o la llegada del tartán a nuestro país”, recuerda emocionado en la grada Jorge González Amo.

En aquella época, veníamos de un atletismo de posguerra muy artesanal, prácticamente hecho a mano en pistas de ceniza tan viejas como los 300 metros de cuerda de la universitaria de Madrid o los 500 metros de Montjuic, y Vallehermoso se convirtió en el epicentro del atletismo madrileño y español moderno. Ahora vuelve a surgir como una oportunidad enorme para relanzar el atletismo a través de una continuidad de grandes competiciones, tanto nacionales como internacionales, pues es un escenario perfecto para albergar campeonatos de España, mítines, superligas europeas o grandes competiciones internacionales de categorías inferiores. Y era vital recuperar un escenario para el atletismo en pleno centro de la capital”, analiza el que fuera plusmarquista español de mediofondo mientras que todavía se emociona recordando la magia que se sentía en este estadio en competiciones como los viejos encuentros internacionales, con aquel mítico encuentro con Francia en el centro de todos los sueños.

Estos días – añade el arquitecto Alfonso Cano -, me he dado cuenta de que hables con quien hables, aunque nunca hayan estado ligados al atletismo, todo el mundo tiene un recuerdo vinculado con Vallehermoso: un día que fueron a correr, un día con el colegio, un día que fueron a ver una competición… Todo el mundo en Madrid tenía una vinculación muy directa con el viejo estadio y esperamos que el nuevo consiga establecer esa magia y ese vínculo con la gente que tenía el antiguo”.

Al acabar la primera de las nuevas grandes noches, los niños volvieron a correr por la grada en busca de una foto o un autógrafo de los grandes protagonistas como antaño. Afuera, estrellas invitadas como Hicham El Guerrouj o Dwight Philips paseaban entre el público mientras que cada dos por tres les paraban para una fotografía. Camino del metro, por la calle Santander un abuelo le contaba a su nieto, ya adolescente, que ojalá el nuevo estadio sirva para recuperar aquella cultura deportiva que ellos tanto aprendieron en sus gradas. Y mientras cae la noche, tan festiva como una verbena de agosto, para cualquier madrileño es imposible no emocionarse al sentir que, junto a un lugar tan maravilloso para el deporte de base, el atletismo vuelve consistir en soñar con los grandes atletas compitiendo de nuevo en el barrio de Chamberí.

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