La primera Vuelta a Madrid de 1930

Calle de Segovia, Madrid

En 2020 se han cumplido 90 años de la primera edición de la carrera pedestre «Vuelta a Madrid» de 1930. Una excusa perfecta para volver a correr por el recorrido original de la prueba sintiéndonos corredores de hace casi un siglo y, en definitiva, una gran manera de comprender mejor el urbanismo de la ciudad de Madrid.

El trayecto de la Vuelta a Madrid recorre todo el perímetro de la antigua ciudad y transita por las grandes avenidas que surgieron al derribar las viejas tapias que delimitaban la ciudad, unos enormes espacios que unieron la pequeña villa original con las afueras que comenzaron a nacer tras los muros primitivos y que dieron lugar a las Rondas y Paseos que hoy conocemos. Una versión muy castiza de la Ringstrasse de Viena u otras grandes capitales europeas, donde además recorremos los grandes nudos o plazas donde confluyeron las principales vías de acceso a la ciudad y donde surgieron las estaciones que albergaron los nuevos sistemas de comunicación, como Colón, Alonso Martínez, Arguelles, Príncipe Pío, Puente de Segovia, Puerta de Toledo, Embajadores o Atocha.

Nota: Con salida en Alonso Martínez y cruzando el parque del Oeste desde Pintor Rosales hasta la ermita de San Antonio de la Florida por el puente peatonal que cruza las vías del tren, el recorrido actual mide 11 kilómetros, si bien el trayecto lo he realizado prácticamente entero por la calzada, en plena Fase 1 de desescalada, al amanecer y sin tráfico (VER MAPA ADJUNTO).

Puerta de Toledo, Madrid

«En 1930 la Federación organiza una popular carrera con miras propagandísticas. La primera VUELTA A MADRID se celebró bajo una pertinaz y violenta lluvia el 27 de abril, elementos estos que no impidieron el brillante resultado y sobre todo el fin que se pretendía: la divulgación del Pedestrismo por las calles de Madrid.

Hacía 19 años que se pensó realizar una prueba de este tipo, pero hasta ese momento no llegó a realizarse. La salida se realizó en el Paseo de Recoletos, dirección a Colón, Génova, Sagasta, Alberto Aguilera, Marqués de Urquijo, Rosales, Paseo de Camoens, Carretera de La Coruña, San Antonio, Paseo de la Florida, Estación del Norte, Paseo Virgen del Puerto, Calle de Segovia, Ronda de Segovia, Puerta de Toledo, Ronda de Toledo, Embajadores, Ronda de Valencia, Ronda de Atocha, Paseo Del Prado y Recoletos de nuevo. El total del recorrido fue de 12 kilómetros. En esta prueba se establecieron tres clasificaciones: una individual, otra por equipos de Sociedades en la que puntuaban cinco corredores y la tercera de relevos.

Tomaron la salida individual 16 atletas y todos se clasificaron, resultando vencedor Juan Ramos en 40:05, seguido de Carlos Blanco, los dos del Racing, en 41:20, tercero Felipe Corpas en 43:15 y cuarto Juan Franco, ambos del Deportivo Libertad. Quinto fue Luis Seijas del Racing. En la clasificación por Sociedades primero el Racing Club, después la A.D. Libertad y en tercer lugar Deportiva Ferroviaria. En la clasificación de relevos de doce corredores venció la Escuela de Mecánicos de Cuatro Vientos en 36:33 y en segundo lugar la Sociedad Atlética».

Pérez, Agustín (2014): Primera parte Historia del Atletismo Madrileño (Hasta 1945). Boletín 93 Asociación Española de Estadísticos de Atletismo, P. 87. Madrid, enero 2014

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Recorrido en Google Maps de la Vuelta a Madrid de 1930

Juan Ramos, vencedor de la primera Vuelta a Madrid de 1930

Grafitti con las vistas de la Catedral de la Almudena y el viaducto de Segovia, Madrid

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La noche de Max Estrella

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Puerta del Sol, Fase 0

«Madrid huele a sol por las mañanas»

Arturo Barea

«Cuando el sol salió de nuevo, pudimos volver a correr (…) Y el silencio de las calles vacías nos recordó que correr por el centro de la gran ciudad siempre puede convertirse en un juego».

Tiempo de Silencio, Miguel Calvo (Número 15 CORREDOR\, junio 2020)

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Pretil de los Consejos, donde se sitúa la cueva de Zaratustra de Luces de Bohemia

callejón del gato

Callejón del Gato donde Max Estrella y Don Latino de Hispalis se asomaron a los espejos del esperpento en Luces de Bohemia, a espaldas del antiguo Corral de Comedias de la Cruz

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Ramón María del Valle-Inclán, Paseo de Recoletos

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Plaza Mayor

Cervantes

Miguel de Cervantes, Plaza de las Cortes

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Casa de Calderón de la Barca, Calle Mayor

Lope San Sebastián

«Te amo, Lope». Iglesia de San Sebastián

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Mariano José de Larra, calle Bailén, muy cerca de la calle de Santa Clara donde el escritor madrileño se suicidó en 1837

«Sobre Madrid, que es como una vieja planta con tiernos tallitos verdes, se oye, a veces, entre el hervir de la calle, el dulce voltear, el cariñoso voltear de las campanas de alguna capilla».

La colmena, Camilo José Cela

Madrid a la carrera (Toponimia)

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Plazuela de San Ginés, en cuyo pasadizo se situaba la Buñolería Modernista de Luces de Bohemia (actual Chocolatería San Ginés)

«Rinconada en costanilla y una iglesia barroca por fondo. Sobre las campanas negras, la luna clara. Don Latino y Max Estrella filosofan sentados en el quicio de una puerta. A lo largo de su coloquio, se torna lívido el cielo. En el alero de la iglesia pían algunos pájaros. Remotos albores de amanecida. Ya se han ido los serenos, pero aún están las puertas cerradas. Despiertas las porteras».

Luces de Bohemia (1920), Ramón del Valle-Inclán

A medida que la gran ciudad fue extendiéndose a través de los nuevos barrios y las viejas costumbres se fueron difuminando, con el paso del tiempo hemos perdido la noción del significado de los términos genéricos con los que el mapa de Madrid bautiza a los lugares por los que caminamos o corremos cada día.

Desde el siglo XIII, calle es la voz más utilizada para designar al grupo de caminos principales de las villas o ciudades, formados por el espacio que se extiende entre dos líneas prácticamente paralelas de edificios. Por su parte, las carreras fueron en su origen un caminos para carros que en la Alta Edad Media se equipararon a las vías urbanas. De esta manera, el Madrid de los Austrias urbanizó antiguos caminos en elegantes carreras, como el camino de carros que unía la villa medieval con la vega del prado de los monjes Jerónimos con cuyo nombre sigue conociéndose. Y aún hoy la expresión «ir de carrera» es sinónimo de ir de viaje: recorrer el espacio de un punto a otro.

Las correderas fueron calles largas o prolongadas y, desde la primera edición del diccionario de Nebrija (1494) hasta las últimas revisiones de la Real Academia de la Lengua, queda anotado que corredera, además de otros significados muy dispares entre sí, hace referencia a caminos, calles o espacios en los que se «corrieron caballos».

Frente a las vías más alargadas, Fernández de los Ríos definió a las travesías como «calles subalternas que sirven de comunicación entre dos más importantes, de una de las que suele tomar el nombre», y se denominaba callejón a las calles cortas o callejuelas, angostas y generalmente sin romper. La palabra cuesta designaba a los tipos de calles con fuertes desniveles en un sentido o en otro. Mientras que costanilla, término en desuso que tiene una gran presencia en el léxico de la literatura española entre los siglos XVI y XX, se refiere a calles con pendientes más atenuadas y cortas.

Para la distinción entre plazas y plazuelas se atendía al tamaño de los espacios rodeados de edificios en que coinciden varias calles, con la posibilidad de que en el segundo caso pudiera producirse dentro de una sola calle. El término red, como la célebre red de San Luis, proviene de su significado como confluencia de varias calles, plaza poligonal de donde salen calles en todas direcciones o por su semejanza con una red de pescador y por extensión del mercado que en ella tenía lugar. Las plazas circulares o rotondas siguen conociéndose como glorietas. Y todavía quedan pretiles, puertas y portillos (o postigos) para designar a aquellas plazas grandes o más pequeñas que, antiguamente, sirvieron de entrada a la población y que no han variado de nombre aunque con el crecimiento de la urbe se hayan transformado en espacios interiores que incluso han perdido su forma original tras los sucesivos ensanches de la ciudad.

En la Edad Media, las cavas eran fosos naturales extramuros acondicionados para la defensa, que en determinadas ocasiones fue necesario cegarlos o desecarlos. A partir del siglo XV muchas de estas cavas ya estaban bastante pobladas y a partir del siglo XVI comenzaron a considerarse calles y parte del trazado urbano.

En busca de más nombres, hasta los trozos de acera cubiertos por la salida de los pisos superiores de las casas a lo largo de la calle se conocieron como portales. Y a medida que los caminos de circunvalación se fueron diseñando por los exteriores de las tapias y puertas de las Villas, los espacios que quedaron tras el derribo de los viejos muros se fueron transformando en vías con arbolado y terrenos de gran extensión con vistas a las afueras que hoy todavía se conocen como rondas, paseos, parques o campillos.

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Esquina de Lope de Vega con la Costanilla de las Trinitarias, pequeña calle en cuesta que recibe el nombre del convento en el que está enterrado Miguel de Cervantes en el madrileño barrio de las letras.